Si después de una ausencia prolongada de tu puesto no pasa absolutamente nada –o todo va mucho mejor–… empieza a pensar en lo prescindible que eres.
Seas jefe o empleado, deberías meditarlo…
Imagina una larga temporada alejado de tu puesto de trabajo. La razón no importa. Lo grave puede ser que, a tu vuelta, te des cuenta de que tu ausencia prolongada ha pasado inadvertida o, lo que es peor, que las cosas marchan aún mejor que cuando estabas.
Nadie es imprescindible, pero algunos lo son menos que otros.
Parece claro que cuando la empresa es grande, la ausencia de la persona prescindible –sea jefe o subordinado– puede pasar más desapercibida.
“En una empresa grande la incompetencia queda más fácilmente oculta, mientras que en la pequeña brota esplendorosamente. En organizaciones grandes hay más posibilidades de escurrir el bulto, y normalmente este fenómeno es generado por un liderazgo incompetente. Este tipo de líder es un generador de bolsas de incompetencia. En su departamento van quedando los peores y se van marchando los mejores. Al desaparecer temporalmente este liderazgo incompetente resulta hasta un alivio para la compañía”.
“A menudo, pensamos que pasar inadvertido puede ser algo bueno, cuando en realidad ser visto y reconocido es una necesidad humana. Ser camaleónico con el entorno es una técnica poco útil cuando se trata de mantener y crecer en el trabajo”.
En este sentido, quienes más papeletas tienen de ser olvidados tras una ausencia prolongada serán aquellos que intentan tomar el menor número de decisiones posibles: nunca se arriesgan y delegan todo buscando el consenso; no se anticipan y, ante la incertidumbre, buscan excusas en el entorno que justifiquen su parálisis por análisis; dedican su tiempo a tareas que implican pocas decisiones, no demasiado estratégicas, y siempre parecen muy ocupados.
Este tipo de profesionales practican, además, la “escucha activa”: nunca hablan oficialmente y suelen ser generales y ambiguos. Encima, se esfuerzan en la justa medida: cuando surgen problemas, buscan a quien pasar la pelota, sin proponer soluciones creativas. Son partidarios del “si siempre se ha hecho así, para qué cambiar”.
“No es lo mismo si dejo de trabajar como algo planificado, o si esto se produce de golpe y a mi regreso todo sigue igual o mejor: en el primer caso es un buen síntoma. Demuestra que he planificado, que he previsto las tareas, o que cuento con un equipo maduro que cubre mi ausencia”.
También depende de la tarea: si ésta no es muy cualificada, siempre habrá alguien que pueda llevarla a cabo sin que se note la ausencia. Pero si el trabajo es muy cualificado o se es un alto mando y no pasa nada si uno falta, la conclusión es que, o no resulta tan necesaria la tarea desarrollada, o no se es tan necesario como parece, o uno mismo cree.
También está el caso de aquellos que, por miedo a no ser necesarios, no se permiten faltar ni siquiera en vacaciones. Es el tipo de gente que llama constantemente a la oficina. Son la clase de profesionales que no permiten que todo funcione sin ellos durante una temporada.
“Una organización que genera muchas personas imprescindibles provoca asimismo muchas frustraciones una vez que alguna de ellas desaparece”. Se debe abogar por el concepto de ser prescindible, pero tomándolo desde una perspectiva positiva: tenemos la obligación de asegurarnos que, a pesar de que las personas no estén, todo continúe funcionando.
Si se es jefe y tras una larga etapa se vuelve al trabajo y se ve que todo sigue funcionando hay que pensar en un primer análisis que uno tiene un gran equipo que le ha cubierto las espaldas. La gran misión del líder es preparar a los suyos para cuando no esté, y quien es consciente de su prescindibilidad es capaz de desarrollar a la gente y que ésta funcione de forma autónoma.
Un test de incompetencias:
Hay unas cuantas pistas o claves de la incompetencia de su jefe. José Medina, presidente de Odgers Berndtson, cree que cada uno puede contrastar estos criterios y aplicárselos a sí mismo:
1. Analiza el tiempo que gastas de tu superior, el de tus subordinados y el de los demás.
2. Comprueba si resulta frecuente el cambio de prioridades.
3. Mira si te dedicas en exceso al ‘micromanagement’: Perfeccionismo exagerado, análisis y detalle.
4. Calcula el cociente entre los problemas que te llegan y los que resuelves.
5. Estudia los problemas que generas para ‘resolverlos’ después.
6. Comprueba tus niveles de accesibilidad. Si estás ocupadísimo siempre, desbordado o no tienes tiempo.
7. Observa si demoras los temas; si te escurres y muestras un comportamiento ‘anguiloide’.
8. Altibajos de humor, ciclotimia.
Y aunque no seas tú el elemento prescindible en cuestión, no me digas que no conoces o no has conocido nunca a uno/a (e incluso más) que lo es…
Fuente: Diario Expansión.